Una droga llamada Elena Ferrante
Hace unos días se publicó en España ‘La niña perdida’, la novela que clausura la saga napolitana de la misteriosa escritora. ¿Quién es esta escritora y por qué nos obsesiona?
20 DE OCTUBRE DE 2015
07:27 H.
Todo el que ha leído las novelas de Nápoles de Elena Ferrante tiene algo que contar. La historia de las amigas Lila y Lenú hipnotiza, remueve, provoca pesadillas y noches en vela frente a un libro abierto. Hay quien se ha pasado la parada de metro, abandonado su vida social, o ha corrido a la biblioteca o impaciente por continuar con el siguiente tomo y se ha encontrado con una lista de espera. Algunos confiesan que se han sumergido tanto en la ficción que identifican a sus conocidos con los personajes napolitanos: todos sabemos de algún Sarratore, de algún Solara, incluso de alguna amiga que podría ser una Lila. “No puedo parar. Es una adicción”, repiten los que han entrado en contacto con La amiga estupenda, Un mal nombre o Las deudas del cuerpo. “Procura descansar”, aconsejan los veteranos a los que empiezan. Como si la lectura de estos libros inoculara un virus.
En nuestra era de distracciones abundantes y baratas, resulta prodigioso que una obra literaria despierte esas reacciones viscerales. Y más insólito aún es que el acto de lectura tenga tanta presencia. ¿Cuándo fue a última vez que discutimos las circunstancias que rodean al hecho de leer? Suponemos que todo esto satisface a Elena Ferrante, o cualquiera que esté detrás de ese nombre. Porque nadie sabe quién es realmente. Se dice que nació en Nápoles y que es posible que tras una temporada viviendo en Grecia se asentase en Turín, que tenga hijos, viva sola y sea licenciada en filología clásica. Además de escribir enseña, traduce y estudia. No se sabe nada más. Las pocas entrevistas que ha concedido han tenido lugar por correspondencia electrónica y sólo sus editores italianos la han visto en persona. Si alguien más la conoce, guarda silencio.
Los Ferrante-adictos de todo el mundo, entre los que están escritores como Zadie Smith, Juan Marsé y Ken Follet y actores como James Franco, llevan semanas de agitación. Ha llegado a las librerías La niña perdida, la última entrega de la tetralogía. La clausura de la saga ha confirmado que estamos ante un clásico. El New York Times la describe como “deslumbrante” y The Guardian afirma que es la primera autora italiana en mucho tiempo en ser digna del premio Nobel. Hace apenas unos días que se publicó en España, (el 15 de octubre por la editorial Lumen) y en los círculos literarios ya se percibe el revuelo. “Tengo encima de la mesa La niña perdida y estoy nerviosa,” dice la autora Luna Miguel en Twitter.
Es un caso extraño, el de Elena Ferrante. Ha logrado ser una sensación literaria sin participar en el circo de la promoción. Apenas corrige su trabajo, desconfía del estilo pulido y dice escribir desde “dentro de un nudo”. Aunque las razones que verdaderamente la hacen diferente es que nunca cae en el tópico, lo superficial, o lo previsible, y que escribe desde una terrorífica honestidad.
Las novelas de las dos amigas tienen la intriga de un thriller, la trama de un culebrón, el contexto sociopolítico de una novela realista y unos pasajes alucinados propios de la literatura fantástica. Es todos esos géneros y ninguno de ellos. Ferrante habla sobre los altibajos de la amistad, la maternidad, el sexo, la relación con el cuerpo y el abismo de lo doméstico. Hay pocas obras que hayan tratado la condición femenina con tanta profundidad y lucidez. Pese a ello se sospecha que detrás de su obra podría estar un hombre o grupo de hombres. Algunos han llegado a señalar al autor napolitano Domenico Starnone como la persona detrás del nombre de pluma, aunque él lo niega con vehemencia.
Ferrante se ha mostrado molesta por las especulaciones. “¿Has oído hablar de que un libro firmado por un autor hombre es en realidad fruto del trabajo de un grupo de mujeres?” contesta en un cuestionario de Vanity Fair. “Se tiende a encerrar a las escritoras en un gineceo literario (…) Es difícil encontrar un comentario que rastree la influencia de una mujer en la obra literaria de un hombre”.
La autora ha afirmado que se ha mantenido en el anonimato porque el libro, una vez terminado no necesita al autor, y porque ha querido para liberarse de la “ansiedad de la notoriedad”. Se siente mejor sin formar parte de un “círculo de gente que se sienten triunfadores”. En las pocas declaraciones que ha dado Ferrante, descubrimos que inspiró sus novelas napolitanas en una larga y complicada amistad que entabló en la infancia. Es natural pensar que Elena, la narradora de sus novelas y también escritora, es una voz autobiográfica, y que la escritora se mantiene en la sombra para poder acercarse a lo inconfesable sin tener que rendir cuentas a nadie. Escribir lo que no puede decir. Esa identificación entre personaje y autor es lo que Ferrante ha querido evitar, y por ahora se ha salido con la suya. Ha sido el texto y sólo el texto el que nos ha hechizado.