Libros para releer 2015
-Ferrante: fieramente humana. Por Elena Medel
La niña perdida. Elena Ferrante. Trad. Celia Filipetto. Lumen. Barcelona, 2015. 544 páginas. 24,90 euros.
¿Qué rasgos buscamos en un libro inolvidable? La respuesta aguarda en la escena última de La niña perdida. Una descripción de la rutina de Lenù, la voz que narra, se transforma -sutil, inteligente, dos páginas apenas- en un desenlace con el que ya no contábamos, y en el que -sin embargo- todas las piezas encajan. Encajan la amistad y el amor, la ambición, la maternidad y el trabajo, y encajan también todos los elementos ajenos a la intimidad -por si los prejuicios- a los que Elena Ferrante atendió en volúmenes anteriores: la política y el compromiso, la creencia en la revolución individual frente al esfuerzo común. La tetralogía Dos amigas nos ha acompañado durante toda la vida de Lila y Lenù, nacidas en un barrio pobre de Nápoles en la década de los cincuenta; La niña perdida, el último libro, abarca el periodo más extenso -en torno a tres décadas-, reúne las piezas anteriores y añade el reencuentro con el pasado, que ya existe, y que daña, y que ajusta cuentas y se cobra deudas. En paralelo, la trama -llena de ambición en su sencillez- recorre medio siglo en la historia de un país cuyas diferencias y zozobras marcan, a su vez, las diferencias y las zozobras de sus personajes.
La niña perdida se lee desde el convencimiento de que la historia de las mujeres se entiende también como la historia de los hombres: de que lo femenino equivale a lo universal. Nos muestra a dos amigas que han alcanzado las metas que se propusieron, y que renuncian a ellas cuando descubren que nada de eso basta: Lenù a su matrimonio con un profesor universitario, Lila a la empresa de éxito que ha fundado. Se trata, en cierto modo, de la historia de un fracaso que Ferrante aborda sin piedad, porque en la vida real -el paisaje de su narración- no existen redención ni compasión posibles. La autora despliega una escritura finísima, en la que cuenta lo que quiere y como quiere: no necesita experimentar para asombrarnos. Sin digresiones, armada con la palabra exacta, Elena Ferrante se apoya en una historia poderosa por su veracidad, prodigiosa justo por todo eso, y en unos personajes -más allá de sus protagonistas- iguales a nosotros, fieramente humanos, con sus tragedias, sus miserias y sus felicidades mínimas.